¿Te apuntas a un storytelling con cerdos?

Vamos allá con este storytelling práctico.

Erase una vez un filósofo escéptico; de hecho, estoy hablando del primer escéptico. Vaya que lo del escepticismo parece que lo inventó él, de manera más o menos organizada.

Se llamaba Pirrón de Elis.

Bueno en realidad no se llamaba de Elis, sino que era de Elis. Pero así le hemos conocido nosotros.

Eso, el buen hombre fue el que sistematizó el tema de la Duda, tema gordo donde los haya.

Quiero decir que antes de él, los que dudaban, pues eso, eran personas que tenían momentos de faltas de decisión, qué hago, esto o lo otro, voy pallá o pacá, pero no profundizaban mucho más. Y al final, se decidían por alguna opción sin darle más importancia, y listos.

Como hacemos cuando no nos queremos comer el tarro. Vaya, que para ellos la duda era un simple engorro en la vida que cuanto antes se resolviera mejor y a la que no le habían sacado ninguna punta.

O sea que, antes de Pirrón, la Duda no había aparecido nunca con tanta fuerza sobre la faz de la tierra. El de Elis la convirtió en protagonista única y principal; le dio potencia y entidad a la Duda.

Con él agarró la mayúscula y ya no la soltó.

En el momento que nos ocupa, o sea, hace mogollón de años, fíjate que aún iba parriba y pabajo Alejandro el Magno, con esto está todo dicho ¿no?…

Pues sigo, en el momento que nos ocupa, hace muuuchos años, Pirrón estaba embarcado. Un crucero, vaya. No como los nuestros, esos del “Todo incluido”, pero bueno, un barco mercante que, al final incluía todo lo que podía incluir. Había incluso una piara de cerdos viajando en sus bodegas.

Con esto ya está todo dicho.

Pirrón era considerado un hombre sabio, vaya un influencer, una celebrity; y se lo tenía bien ganado, porque había acompañado a Alejandro el Magno en sus conquistas de Asia hacia la India, donde discutió con fakires y gurús. O sea, ¡listo, listo!

Volvamos al barco en el que peligró la vida de nuestro prota.

¿Qué ingredientes necesitas para crear la historia perfecta?

Vamos a ver si adivinas qué puede pasar en un barco

¡Pues la has clavado! La tormenta.

storytelling tormenta mar

¿Te das cueeen, de cómo vamos hilando la historia?

Primero una intro con el personaje, ahora llegamos al nudo, el conflicto, el problema y luego, vendrá la resolución. Ya ves, los cerdos y el sabio, nos van a ayudar también a entender cómo contar una historia.

¡Ojo! Que yo podría haber empezado por otro sitio; por ejemplo, podría haber empezado lo que se conoce como “in media res”. O sea, en medio del asunto, y contarte lo primerísimo la tormenta grandiosa. Y luego irme para atrás y presentarte al personaje. Pero hoy lo he hecho así.

Seguimos…

La tormenta que se desató era de las de grandes dimensiones. Olas gigantescas se abatían sobre el navío llevándolo de un lado a otro. Tanta zozobra asustó a los marineros. Mira que para asustar a un marinero del 300 antes de Cristo, tenía que ser, gorda, ¿eh?

Pues lo que te decía, que los marineros asustados, conscientes de que llevaban a bordo a un hombre tan sabio, recurrieron a él para preguntarle:

– Maestro, ¿qué tenemos que hacer en un momento de tan grande peligro: es mejor que recemos a los dioses o que tratemos de escapar a nado o en chalupa?

¿Has visto? Una entrada de diálogo. El diálogo siempre queda muy bien en las historias. Se vuelve todo más verdadero. O lo parece, que es lo que conviene, al final.

¿Te interesa ver un poco de storytelling práctico? Pues sigue leyendo

Pirrón conocía la existencia de los cerdos en la bodega…

¡Eeee!!! ¡Eso es un nudo de enlace en toda regla!

Tú ya conocías la existencia de esos cerdos, ¿no? O sea que no los acabo de inventar ahora porque los necesito y me los saco de la manga, ¿verdad? Cuando te he hablado del barco ya he mencionado que llevaba una piara de cerdos. Pues aquí los tenemos.

Como ves, aprovecho la anécdota para hacer un poco de storytelling práctico, que me resulta más divertido.

Sigo…

Pirrón pidió que le condujeran hasta los cochinos. Una vez en las bodegas, observó a los cerdos y vio que no estaban asustados, sino que, tumbados y relajados, comían berzas.

Entonces, el sabio animó a los marineros a hacer lo mismo. Él mismo se tumbó en el suelo y a comer berzas, como un marrano cualquiera.

Es lo que tiene ser un sabio, que te puedes permitir algunas excentricidades. ¡Ala!

Algunos pensaron que estaba loco o que acababa de perder el juicio allí mismo, y huyeron como pudieron, a nado o en chalupas.

La tormenta amainó y el buque llegó a puerto. Los que se habían quedado con Pirrón y los cerdos, sobrevivieron. Los que habían huido, murieron.

Por este hecho Pirrón fue alabado en toda Grecia como divino.

Grrruuummmfff, grrrruuummmff

Ahora, mientras te terminas el plato de berzas con ibérico que bien seguro ya estarás degustando, te hablo de la Duda.

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¿Conoces la importancia de la Duda para escribir o para vivir?

Pirrón es el introductor sistemático de la Duda en occidente. Según él, no existe ningún criterio absoluto de verdad, y la Duda suele ser positiva y no negativa.

Para demostrarlo, los escépticos construyeron los llamados Tropos, argumentaciones que muestran que ni con los hechos ni con la razón podemos llegar a una certeza absoluta.

Sólo llegamos a lo verosímil pero nunca a la verdad, que es algo oculto en otra dimensión de la naturaleza.

Vale, fin del rollo. Vamos a lo práctico.

¿Qué me aporta esta teoría para escribir, para pensar y para vivir?

Pues lo primero una buena dosis de antidogmatismo, muy sano en cualquier texto y también para la vida.

Lo segundo, haber desarrollado la capacidad de preguntar y de escuchar.

En el caso de los textos, haz preguntas… sí, eso que lleva un tirabuzón delante y uno detrás.

¿Sabes para qué sirven las preguntas en los textos?

De entrada, cuando vemos una pregunta, nuestra mente empieza a barruntar respuestas.

¡Ya está! ¡Zasca! ¡Conseguido!

Sirven para poner la mente del lector en movimiento, oseaose, pa que no se duerma en medio del post… rrrrrrr

Dudar nos permite además abrirnos a muchas posibilidades, con lo cual, nos volvemos creativos porque vamos a desarrollar un montón de respuestas para la misma cuestión.

Esto se conoce como Vitamina F, o sea Flexibilidad; una vitamina de la que estamos un poco anémicos hoy en día.

Mientras dudo, sigo explorando y buscando; y ahí es cuando tengo posibilidades de encontrar algún tesoro.

¿Sabes para qué sirven las preguntas en la vida?

Pues para que el interlocutor se sienta escuchado.

Hay un refrán muy sabio que reza: si quieres ser interesante, interésate.

Pues eso, haz preguntas. Verás cómo después de la conversación, sabes más de tu interlocutor y le puedes ofrecer mejor soluciones o incluso tus servicios.

Y ya sabes: si quieres respuestas inteligentes, formula preguntas inteligentes.

Y a ti, ¿qué preguntas te han surgido leyendo este post?
Déjamelas en los comentarios y seguimos un poco más con esta conversación.